Cadena perpetua

«Cadena perpetua»

No es una broma, ni en su pensamiento primigenio, ni en el minuto que acabas de dejar atrás. Y muy a pesar de que parezca uno de los juegos macabros del Joker de Nolan, aquí no hay una steadycam, ni un señor con cara de circunstancias grita: ¡Corten!

Muchos la conocemos como presidio perpetuo o, para los mas amigos de Tim Robbins y Morgan Freeman, cadena perpetua.

A los niños nos asustaban con la bruja y su escoba; entonces recogías la habitación. A los delincuentes se les asusta con una pena de decenas de años, que viene a quedarse en poco o nada si eres bueno, con cárceles que tienen más espacio en su estar habitual que el salón donde pasas la vida y que tanto te cuesta pagar, y con una paga y el correspondiente gasto público, por violador o por asesinar niños.

Los ejemplos comienzan a ser muchos y hay una parte del espíritu humano que está más del lado de la oscuridad, porque pocas palabras hay que puedan arrojar luz a un asunto tan peliagudo.

Con Diana Quer comenzaron a saltar ciertas alarmas que ya habían sido conectadas con Mari Luz Cortés y Marta del Castillo, pero con Gabriel Cruz hay una alarma que ensordece, la del pueblo, que aún no ha cogido las horcas que hasta hoy habían servido para recoger los restos de la poda, o ha encendido antorchas improvisadas con palos. Pero si ponemos la oreja en el suelo como lo hacían los indios americanos, podemos oír el rugido y los estertores de familias enteras que se oponen al péndulo oscilante que nada significa al acabar la jornada.

Si al final vamos a terminar siendo encañonados por el cacique, lo mismo lo de la horca no sería tan mala idea.

La contienda está montada como siempre ahí arriba, donde el gigante aloja sus datos y donde los que mandan no escuchan bien a las hordas.

Uno opina que sí, que de límites nada; el otro piensa que al menos si dice que no otra vez, parecerá íntegro.

Y así la temperatura ambiente sigue creciendo y nos da miedo llamar a las cosas por su nombre, porque ellos dicen «centro de readaptación social», y los que sabemos menos le llamamos cárcel, así como ellos dicen lo de la «prisión permanente revisable» y nosotros, los mismos de antes, decimos: ¡Qué se pudran en la cárcel! Pero solo en el bar y por lo bajo, mientras tiras a suelo otra cáscara de cacahuete.